ESCENA 25
Lu Pi-Tan se había decidido; ella y
su dote serían de Luben Da-Lio ¡Era tan sabio y prudente! Además
de meditar como nadie y de tener la coleta más rígida del Imperio
Celeste. Todo lo rápido que sus disminuidos pies le permitieron, un
ritmo tipo oro-plata-oro-plata, se plantó cerca de su repentino
amado y sin más abrió sus chinescos brazos esperando de el otro
algún tipo de respuesta. Y de todas las posibles respuestas la que
obtuvo fue la menos esperada: la Verdad. Posiblemente también la
menos deseada . Él no se levantó y ella lo inquirió con su mirada
y el contestó de palabra.
-No es que no entienda los jeroglíficos
de tu mirada es que estoy paraliticado. Me quedo donde me dejan por
la mañana y luego me vienen a buscar.
![](file:///C:/Documents%20and%20Settings/Administrador/Escritorio/los%20chinos%20también%20lloran/Foto0243.jpg)
Lu Pi-Tan no se esperaba esto, y eso
que en casi todas las historias hay un paraliticado, así que salió
por patas. Cuando ya casi no podía ver el pabellón, casi media hora
después de contar pasito a pasito, se sintió arrepentida ¿No sería
un marido mueble y de buena apariencia la mejor de las soluciones
para una mujer dotada para casi todo?
![](file:///C:/Documents%20and%20Settings/Administrador/Escritorio/los%20chinos%20también%20lloran/Foto0246.jpg)
Al volver la mirada el espectáculo
oblicuo que sus ojos pudieron ver era dan-tes kong, el dragón estaba
devorando a aquel posible marido-cómoda como si fuese un aperitivo.
Se dio la vuelta y cerró sus ojos poniendo las manos delante en un
gesto que hacía muy a menudo en su anterior trabajo. Añoraba sus
representaciones operísticas, su actual papel de buscadora de
prometidos dejaba mucho que desear. También dejaba mucho que desear
su capa de polvos de arroz, eso lo decimos la opinión pública,
desde la muerte por digestión de Piz-Pi Re-Tang nada era lo que
había llegado a ser.
No hay comentarios:
Publicar un comentario