ESCENA 10
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Ilustración 1: Sue Gla chinada por lo oído al Mon-Tong
Sue Gla lo había oído todo escondida tras el gran sicomoro rojo. No le había gustado aquella alusión a su relación divina con el Dios-Mono sobre todo porque sólo ella sabía la verdad: Había tenido que teñir al tercero de los cabritillos pues la cabra Blank-Qi-Tang sólo había parido dos negros. Y desde entonces esperaba que el Dios la castigara...
Precisamente el Dios-Mono era poco
partidario de defraudar a sus seguidores, y menos a uno como Sue Gla
que tanto sacrificio de pollos, cabritillos, palomos y cornejas le
hacía. Así que decidió pasar a la acción. Cuando ya estaba
anocheciendo y la pobre Lu Pi-Tan se dolía de todas las
articulaciones, menos de la muñeca izquierda, por estar allí
escondida en el pabellón, el Dios-Mono la llamó.
-Lu Pi-Tan, soy el Dios-Mono.
La damisela asomó por un lado del
pabellón, y cuando vio la imponente y sedente figura del dios
decidió creer.
-Oh, vienes a por mí. De sobras sé
que eres muy de Sue Gla.
-No, vengo precisamente a vengarme de
ella. Por... pongamos motivos rituales.
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Ilustración 2: El Dios-Mono dota a Lu Pi-Tan para vengarse. Ella ni se lo piensa.
-Lo entiendo ¿Y qué papel juego yo en todo esto?
-Uno que te está reservado.
Se notaba que el Dios-Mono intentaba
hablar como se espera que lo hiciese uno de su nivel de existencia;
dudosa. Sin embargo no le salía muy bien, así que cambió de forma
de hablar y como si nunca hubiese abandonado los más bajos fondos de
Shangai dijo.
-Mira Ma-Ja, lo que es por ti no
movería un dedo por más articulado que éste. Voy a darte algo
Mo-Long porque así le doy en las narices a alguien cuyas siglas son
S. G.
Lu Pi-Tan bajó la cabeza en señal de
aceptación, al fin y al cabo ella no se iba a oponer a los designios
divinos, por más que la divinidad fuese de tan poco fiar y lo
hiciese para fastidiar a otra.
-Ala, puedes Larg- Harte hacia el
Poniente y que sepas que ya cuentas con una dote.
Lu Pi-Tan sonrió con increíble
mesura e hizo caso al Dios.
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