ESCENA 4
Un día como otro cualquiera, a la hora que canta el alcaudón, Lu
Pi-Tan paseaba por detrás del pabellón de las garzas o las grullas
cuando se encontró de frente con un hombre de aspecto melancólico
que engarzaba o engrullaba perfectamente con su estado de
añoramiento.
Ese mismo día y a esa misma hora y en el mismo lugar Huang Jo-She se
encontró con una muchacha cuya vista le hizo añorar algo, sin saber
qué, dejando ese aroma inimitable de lo que uno intuye pero no logra
saber.
Ilustración
2: Sue Glan lo vio y lo ve todo.Tras el pabellón
Ambos seres bípedos bajaron la mirada en
señal de reconocimiento mutuo, pero a hurtadillas se lanzaban
miraditas que se clavaban como dardos haciendo diana en el pecho del
otro. No se dirigieron la palabra y no les hizo falta, a partir de
ahora sus solitarios paseos por detrás del pabellón tenían otro
carácter, tal vez menos solitario.
Lo que aquellos dos nuevos enamorados
no podían saber es que alguien los observaba. Aunque dada la alta
densidad de población era bastante probable. Y lo que menos podían
esperar es que la que los estuviese viendo fuese concretamente Sue
Glan la reina de los gusanos y madre del melancólico Huang Jo-She.
Ella se dijo internamente que no iba a permitir aquello, que tendría
que saber quién era aquella chica, que menos de muchos millones de
yuanes de dote ni pensarlo, que elegir esposa en medio de un camino
podría ser de lo más taoista pero no valía para una confucionista
como ella. Tanto se dijo internamente que algunas palabras le
salieron de verdad y fueron escuchadas por el Genio del Pabellón.
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