ESCENA 9
Huang Jo-She había subido al monte
del Dragón Dormido del Poniente a ver si desde allí divisaba a su
Querida Desconocida. Ella seguía escondida en el pabellón presa del
pánico de verse envuelta en una premonición estampada.
El pobre chico empezó a pensar en su
vida desde aquel encuentro, pues no sólo había cambiado su corazón,
que ahora iba más al poniente, sino algunas otras cosas. Por
ejemplo, ahora le daba por subir al monte mucho más de lo normal y
eso que él era cabra, pues había nacido en un año dedicado a ese
animal. Además estaba su madre, siempre se había preocupado por su
alimentación, bueno y por su vestimenta, y por su formación, y por
su futuro matrimonial, y porque alguien estuviese cerca para rascarle
la espalda... pero últimamente todo se había vuelto excesivo.
Rollitos cuatro estaciones, arroz diez delicias, sopa de aleta de
cachalote, nidos de cigüeña... no era de extrañar que necesitase
subir al monte a hacer un poco de ejercicio.
Ilustración 1: Huang Jo-Se medita y desarrolla sus sentidos desde el Monte del Dragón Dormido de Poniente
De pronto detrás del pabellón se oyó
un ruido infernal. Huang Jo-She aguzó la vista y el oído. Había
una polvareda que se acercaba y no dejaba ver con claridad. Cuando al
fin pudo ver se relajó.
-Ah, es otro Mon-Tong de chinos en
rebelión.
Ilustración 2: Un Bun Mon-Tong de chinos protestan por las carestías en general.
Aguzó el oído un poco más y ya pudo oír algunas de las consignas: “Desde los pabellones no hay soluciones”, “Menos arroz en la cara y más por la cara” “Aunque la Sue Gla se vista de seda, mona queda”.
Huag Jo-She sintió una punzada de
felicidad al oír como criticaban a su madre con esa sutil referencia
al Dios Mono, al que ella adoraba y que, según ella había
contribuido de forma decisiva a la fortuna familiar. Ella nunca le
había contado cómo, pero a sus oídos había llegado la historia de
que ella habría sacrificado tres cabritos negros hijos de la misma
cabra blanca Blank-Qi-Tang al Dios Mono para que el Humo Verde
descendiese sobre las moreras de los Pi-Tan y así hacerse con ellas
por escasos yuanes. El chico se quedó allí reflexionando.
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