jueves, 21 de febrero de 2013

Los chinos tan bien lloran 14


ESCENA 14


                                                   Ilustración 1: Azul, la tarde es azul 

Lu Pi-Tan no cabía en sí de moderada felicidad. Salió a pasear hacia el poniente y llamó
mucho la atención de la muchacha embargada de suave dicha lo azul que le parecía la tarde. Ella
contaba con la posibilidad de encontrarse con su amado desconocido al que había entregado su
amor y su dote, al menos con los ojos, esos notarios del alma, como eran llamados en la china Tang.
El cielo azul resultó ser llovizna, y Lu corrió a casa. Ya que no podía pasear haría un solitario de
mah-jong mientras se abanicaba con el pay-pay y tomaba té oolong.

Mientras Huang Jo-She al fin lograba escapar de la merienda que su madre le había
preparado a base de bambú gigante, setas de gno-mong y rollitos cuatro estaciones. Las palabras de
su madre aún resonaban en sus oídos:
-Soltero y magro el bacalao.

De pronto Huang se paró en seco ¿no sería su mujer dotada otra madre como la que ya
tenía? Como si el Cielo quisiese decirle algo en ese momento empezó a diluviar. Por suerte el
sombrero triangular evitaba cualquier mojadura en la cabeza y en su trenza peinada con sumo
cuidado.

Como siempre el Cielo no hablaba claro pero mientras el hombre iba bajo la lluvia tuvo
clara añoranza de aquella prometida suya que le fue arrebatada por el mal de la niebla verde y
posiblemente por su madre a través del Dios-Mono.
-Oh, Lu Pi-Tan ¡Hubiese podido ser moderadamente feliz a tu lado! ¡Maldigo, un poco, a mi madre
y al Dios-Mono!

Y mientras decía esto gruesas gotas de agua rodaban por su bien formado rostro, si eran
lluvia o lágrimas es una cuestión difícil de discernir y en realidad mal planteada ¿no son las gotas
de lluvia lágrimas del Cielo? Otra pregunta difícil de responder.
                                                  Ilustración 2: La lluvia y las lágrimas 



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