miércoles, 6 de febrero de 2013

Los chinos tang bien lloran 3


ESCENA 3

Sue-Gla, la madre de Huang Jo-She era una mujer decidida y de cierta viudez. Poco a poco, aprovechando la fortuna que le dejó su marido digamos que muerto y sus padres que habían corrido la misma suerte, se había hecho con toda la producción del gusano de la seda de la zona. Era la dueña y señora de la fábrica Brote de Ciruelo especializada en seda para grandes mandatarios de la corte y monjes de buena familia. Para ella trabajaban cientos de mujeres tejiendo, cientos de hombres cultivando moreras, millones de gusanos de seda encapullándose de forma incansable. Todo en su vida iba sobre andas salvo una cosa: su hijo.


Ilustración 6: Sue-Gla vigila a su hijo que pasea al ponente

Necesitaba una esposa para que el Cielo la bendijera con muchos nietos varones ¡Cuántas veces no lamentó este error biológico de la humanidad! Por suerte se había librado de aquella niña que su marido le obligó a tomar como esposa para su hijo alegando que los Pi-Tan eran gente de mucha alcurnia. Ella era ahora la dueña de de aquellas moreras que tanto lustre daban a los Pi-Tan y su hija, Lu, no era más que una Tan Flor en la Ópera de Pekín.
Sin embargo no era capaz de encontrar una mujer que estuviese a su altura, a la de su retoño, se entiende. Lo intentó con Fo Ra-Dang, la hija de los mayores productores de fuegos artificiales de la China del Centro. Pero la chica había sido encasquetada a un príncipe manchú con dificultades para llegar a fin de era.
Y por si no fuese poca preocupación ésta ahora a su hijo le daba por ir a pasear por detrás del pabellón de las grullas o las garzas. Sue-Gla tuvo una repentina visión ¿y si en vez de pasear iba a aquellos parajes para encontrarse con una hembra desdotada? Toda ella tembló y sin pensarlo subió al Monte del Dragón Durmiente del Levante y desde allí vio a su hijo ir hacia el poniente por detrás del pabellón.


Ilustración 7: Sue-Gla tiene dudas a cerca de la rectitud moral de su hijo que va al poniente.

Huang Jo-She pasea como siempre sin saber que su madre lo observa e intenta interpretar sus pasos vacilantes como el principio de una falta de principios. Ella lo enderezará como caña de bambú.

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