jueves, 14 de febrero de 2013

Los chinos tang bien lloran 9


ESCENA 9

Huang Jo-She había subido al monte del Dragón Dormido del Poniente a ver si desde allí divisaba a su Querida Desconocida. Ella seguía escondida en el pabellón presa del pánico de verse envuelta en una premonición estampada.
El pobre chico empezó a pensar en su vida desde aquel encuentro, pues no sólo había cambiado su corazón, que ahora iba más al poniente, sino algunas otras cosas. Por ejemplo, ahora le daba por subir al monte mucho más de lo normal y eso que él era cabra, pues había nacido en un año dedicado a ese animal. Además estaba su madre, siempre se había preocupado por su alimentación, bueno y por su vestimenta, y por su formación, y por su futuro matrimonial, y porque alguien estuviese cerca para rascarle la espalda... pero últimamente todo se había vuelto excesivo. Rollitos cuatro estaciones, arroz diez delicias, sopa de aleta de cachalote, nidos de cigüeña... no era de extrañar que necesitase subir al monte a hacer un poco de ejercicio.


Ilustración 1: Huang Jo-Se medita y desarrolla sus sentidos desde el Monte del Dragón Dormido de Poniente



De pronto detrás del pabellón se oyó un ruido infernal. Huang Jo-She aguzó la vista y el oído. Había una polvareda que se acercaba y no dejaba ver con claridad. Cuando al fin pudo ver se relajó.
-Ah, es otro Mon-Tong de chinos en rebelión.  


Ilustración 2: Un Bun Mon-Tong de chinos protestan por las carestías en general.

Aguzó el oído un poco más y ya pudo oír algunas de las consignas: “Desde los pabellones no hay soluciones”, “Menos arroz en la cara y más por la cara” “Aunque la Sue Gla se vista de seda, mona queda”.
Huag Jo-She sintió una punzada de felicidad al oír como criticaban a su madre con esa sutil referencia al Dios Mono, al que ella adoraba y que, según ella había contribuido de forma decisiva a la fortuna familiar. Ella nunca le había contado cómo, pero a sus oídos había llegado la historia de que ella habría sacrificado tres cabritos negros hijos de la misma cabra blanca Blank-Qi-Tang al Dios Mono para que el Humo Verde descendiese sobre las moreras de los Pi-Tan y así hacerse con ellas por escasos yuanes. El chico se quedó allí reflexionando.

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