miércoles, 13 de febrero de 2013

Los chinos tang bien lloran 8

ESCENA 8


El duque de Chun se había escondido en el bosquecillo de alerces que había a un lado del pabellón a la espera de que pasase la linda damisela. Y de hecho Lu Pi-Tan se disponía a ir hacia el poniente, como siempre, con la vaga idea de toparse con aquel desconocido de cuidada coleta y ojos oblicuos que la había mirado de reojo. La cantidad de polvos de arroz que se había echado encima era tan extrema que rezaba para que no nevase o nunca la encontrarían entre el blanco elemento.

Ilustración 1: El duque de Chun se esconde en el bosque de alerces

Cuando sus pasos se aproximaban al pabellón, y ella también, de pronto tuvo una extraña visión, al principio pensó que al cielo se le había dado por estamparse, lo cual no le parecía mal. No estaba en contra de sus nubes, de sus cambios de color, de su profundidad, pero un estampado era algo que le estaba haciendo falta a los cielos de la China Central. Aún así Lu era una Pi-Tan, y la sangre de esos nobles morereros fluía por sus venas, así que su mente dijo “No puede ser”. Aquello no era un estampado era una señal. Y la señal indicaba que el bosque de alerces al lado del pabellón era como una jaula. Lu Pi-Tan pensó en el anagrama de jaula y sus posibles significados y raíces.
-Tiene el mismo radical que trampa.

Ilustración 2: Lu Pi-Tan ve la trampa


Y oírse decir eso una fuerza salida de no se sabe donde la hizo avanzar a grandes pasos con sus pequeños pies y esconderse dentro del pabellón. Allí había mono encerrado.
El duque Chun-Go consultó la posición del sol. Se estaba haciendo tarde y era hora de propasarse con las lavanderas del río Verde, formado por la confluencia de los ríos Amarillo y Azul, y que al juntarse con el río Rojo daban lugar el hermoso río Marrón. Sin pensarlomucho más, se marchó.

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