viernes, 8 de febrero de 2013

Los chinos tang bien lloran 5

ESCENA 5

El Genio del Pabellón no pudo evitar salir corriendo a contarle a Piz Pi-Re-Tang, la criada de Lu Pi-Tan lo que había oído. Nunca nadie debe despreciar las ganas de contarlo todo de un genio de un pabellón solitario.
Cuando el Genio del Pabellón llego hasta ella, Piz Pi-Re-Tang estaba cantando una pieza de la ópera de Pekín que hacía furor “Pobre china la que tiene que servir...”. El Genio se detuvo a oírla y se conmovió y rió a la vez. Él era un genio asexuado y ella una simple criada, a pesar de lo cual no sería errado decir que entre ellos había surgido algo.

Ilustración 1: El Genio del Pabellón charla con Piz Pi-Re-Tang

Cuando el ser no humano le dijo a la servidora lo que la madre del chico había dicho, además de contarle la Escena de las miradas, la chica guardó silencio y decidió que como mujer china sensata su lealtad estaba decidida de antemano: el mejor postor. El Genio no podía imaginar semejante cordura en el corazón de su querida. Él por su parte no tenía lealtad con ninguna facción, simplemente disfrutaba del filón de secretismo que hacía prometer este asunto.

Ilustración 2: Piz Pi-Re-Tang le aplica polvos de arroz a Lu Pi-Tan

Una vez enterada del asunto Piz Pi-Re-Tang decide sondear a su ama, y mientras le pone más y más polvos de arroz en el rostro, hasta que al fin parecía una finesa anémica, dejó caer en su conversación sobre pétalos de cerezos y cruzar grandes aguas las palabras: pabellón, garza, grulla, encuentro y enamoramiento.
Lu Pi-Tan suspiró como si de su pecho saliese el viento suave del sudeste en primavera. Su sirvienta no tuvo nada que preguntar.

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