lunes, 18 de febrero de 2013

Los chinos tang bien lloran 11



ESCENA 11



Ilustración 1: Piz Pi-Re-Tang, y con ella toda la chinidad, es informada de que su ama tiene dote, mientras pasea por el bosque de alerces



Desde que Lu Pi-Tan se sabía con dote lo único en que pensaba era en encontrase por casualidad detrás del pabellón con aquel hombre que parecía sacado de un lacado. Su ansiedad le impedía centrarse en la realidad, y la realidad era que no había llegado ningún yuan de ninguna de las esquinas del Imperio Celeste a su Centro, donde ella vivía, y que seguía siendo una asalariada mal pagada de la Ópera de Pekín. Y más todavía, su falta de cordura llamada por algunos enamoramiento y por la mayoría cosas con nombres menos halagüeños le impedía ver que era imposible que su secreto fuese guardado y que rodeada de Genios, Doncellas, Duques libidinosos, Sue Glas y un Mon-Tong más era improbable que la verdad de la buena tuviese posibilidades de triunfar.



Ilustración 2: Entre Huang Jo-She y Lu Pi-Tan todo estaba no-dicho con claridad

Así que su ceguera la protegía de la realidad y curiosamente la realidad la protegía de su ceguera, porque una vez que el Genio del Pabellón Solitario de las Garzas o Grullas oyó de labios del Dios-Mono que Lu Pi-Tan tenía dote no tardo ni lo que se tarda en pintar un retrato en grano de arroz en contárselo a Piz Pi-Re-Tang y entre ésta y el resto de millones de chinos Han no mediaba ni un eslabón. Poco después lo supo Sue Gla, por otras fuentes lo supo Huang Jo-She y el propio duque de Chun fue informado a través de su concubina 17 Lis Ti-Yang mientras realizaban la postura del mono chillón y la carpa.
Cuando Lu Pi-Tan al fin vio a su chino de lacado, en sus ojos pudo ver que ella tenía dote, y así acabó de creérselo. Se miraron y se fueron. Todo estaba no-dicho con claridad.

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