miércoles, 6 de febrero de 2013

Los chinos tang bien lloran 4

ESCENA 4

Un día como otro cualquiera, a la hora que canta el alcaudón, Lu Pi-Tan paseaba por detrás del pabellón de las garzas o las grullas cuando se encontró de frente con un hombre de aspecto melancólico que engarzaba o engrullaba perfectamente con su estado de añoramiento.
Ese mismo día y a esa misma hora y en el mismo lugar Huang Jo-She se encontró con una muchacha cuya vista le hizo añorar algo, sin saber qué, dejando ese aroma inimitable de lo que uno intuye pero no logra saber.

Ilustración 1: Lu Pi-Tan se encuentra con Huag Jo-She y viceversa todo tras el pabellón

Ilustración 2: Sue Glan lo vio y lo ve todo.Tras el pabellón

 Ambos seres bípedos bajaron la mirada en señal de reconocimiento mutuo, pero a hurtadillas se lanzaban miraditas que se clavaban como dardos haciendo diana en el pecho del otro. No se dirigieron la palabra y no les hizo falta, a partir de ahora sus solitarios paseos por detrás del pabellón tenían otro carácter, tal vez menos solitario.
Lo que aquellos dos nuevos enamorados no podían saber es que alguien los observaba. Aunque dada la alta densidad de población era bastante probable. Y lo que menos podían esperar es que la que los estuviese viendo fuese concretamente Sue Glan la reina de los gusanos y madre del melancólico Huang Jo-She. Ella se dijo internamente que no iba a permitir aquello, que tendría que saber quién era aquella chica, que menos de muchos millones de yuanes de dote ni pensarlo, que elegir esposa en medio de un camino podría ser de lo más taoista pero no valía para una confucionista como ella. Tanto se dijo internamente que algunas palabras le salieron de verdad y fueron escuchadas por el Genio del Pabellón.

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