martes, 26 de febrero de 2013

Los chinos tang bien lloran 17


ESCENA 17
                                         Ilustración 1: La sombra de Sue Gla se acerca


Mientras Lu Pi-Tan se dirigía esa mañana hacia el poniente otra sombra apareció tras el pabellón.
Sue Gla se quedó sorprendida al ver a aquella mujer dotada para su hijo de encantos y yuanes. Ella la conocía ¿De qué le sonaba aquel clavel chino que tiene en la boquita? No estaba segura pero debajo de aquella capa de polvos de arroz con la que podría alimentarse a cinco familias de campesinos había una mujer que no la dejaba indiferente. ¿Se habría vuelto seguidora de la poetisa Sa-Fong? No, no lo creía, era otro tipo de atracción que le revolvía, ordenadamente, sus entrañas.
Lu Pi-Tan lo tuvo más fácil, reconoció rápidamente a la fémina en cuestión, y en lo que suena un gong organizó un plan: mentiría. No era un plan muy original pero sí respetuoso con la tradición.
                                           Ilustración 2: Sue Gla y Lu Pi-Tan aclaran las cosas
-Que su vida dure más de cuatro mil años más que el sol.
-Y tú que lo veas.
Lu Pi-Tan sonrió después del saludo ritual, como corresponde a una joven doncella que saluda a una dama, y esperó.
-Una joven dotada de belleza y dotada de elegancia no debería pasear sola por detrás de los pabellones. Especialmente de los municipales.
-Tiene en todo razón.
-Lo sé.
-Sólo diré en mi defensa que si una dama de su alcurnia y porte va tras este pabellón yo podría besar las huellas que deja.
-Sí, tienes dotes para eso.
-Y para más.
Con gran esfuerzo Sue Gla consiguió que sus ojos rasgados no emitiesen ningún brillo de satisfacción, pero Lu Pi-Tan logró vislumbrar el autocontrol de la dama que siguió a lo suyo.
-¿Podría indicarme su nombre?
-Soy Gua Dalu-Peng.
-¿De los Dalu-Peng de Lo-Mas de Cha Pul-Te-Peg?
Lu Pi-Tan sonrió como si fuese mejor no aclararlo, lo cual hizo dudar un momento a Sue Gla, sin embargo al recordar las fábricas de imitación de cerámicas japonesas que poseían los Dalu-Peng cedió totalmente. Aquella chica era un montón de jade, como se decía en la China Central.

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